El perro suelto, no es el problema. El problema es el humano que dice llamarse «dueño» y lejos está de ser un cuidador responsable.
Un refugio o perrera es un nombre oculto que se usa para tapar la irresponsabilidad, la falta de compromiso, el abandono, la falta de políticas públicas. Es una solución a corto plazo. Una perrera es una imagen nefasta de un depósito de animales. Que además, genera gasto público. Esta institución no actúa sobre la causa, sino que actúa sobre la consecuencia. Atacar la consecuencia es el resultado de haber implementado políticas públicas ineficientes o, en todo caso, no haber hecho nada.
Según un relevamiento de Patitas Tolhuin, el 80% de los perros sueltos tienen «dueño»! Este porcentaje, debería ser el puntapié de un plan de trabajo responsable, llevado a cabo por un equipo de trabajo serio y profesional, que no proponga acciones a corto plazo.
Se debe trabajar en la prevención. Impulsar acciones de cambio en la conducta en la sociedad. Los perros sueltos son resultado de la desidia humana, de la irresponsabilidad.
Es fundamental generar e implementar programas educativos de convivencia armónica y adopción responsable. Castrar es evitar la superpoblación animal ( la superpoblación conlleva al desamparo, abandono, sufrimiento y muerte). También genera beneficios en la salud pública y ambiental. Declarar una emergencia socio ambiental es sólo una excusa. Es darle al estado municipal una herramienta para «hacer lo que se le dé la gana».
Del refugio a la muerte
La perrera es el camino directo al juntadero de animales, encerrados en pequeñas jaulas rodeados de ladridos de otros 30 perros, lugar del descarte, el espacio justo para abandonar cajas de cachorros, entusiasma a los irresponsables a dejar tirados animales en la puerta de la institución .
Y que pasa cuando se llena la perrera? Cuando no hay lugar para uno más? Sacrificio, disfrazado con la palabra eutanasia. Comienzan a desaparecer uno a uno… aparecen las bajas justificadas por un certificado infame que oculta la verdadera razón de muerte de los animales: la falta de espacio, la oportunidad de deshacerse de cada uno de ellos ante un pequeño síntoma de enfermedad o ante la irritabilidad propia que presenta vivir en un canil encerrado.
Y no olvidar. En la jurisprudencia progresista argentina refieren a los animales como seres sintientes sujetos de derecho.
El Fiscal Ballester Bidau de Ushuaia expresó «son sujetos no humanos y titulares de derecho. No son cosas, sino seres que sienten. Es nuestro deber protegerlos…»
Y como Patitas Tolhuin, creemos que aún estamos a tiempo… de transformar la indiferencia en compromiso.