Mientras el virus siga circulando (especialmente en no vacunados), la probabilidad de que aparezca una nueva variante más mortal es un riesgo latente.

En abril de 2021, la aparición de la variante Delta provocó un aumento sin precedentes en el número de contagios de COVID-19 a nivel mundial. Medio año después, justo cuando la ola provocada por Delta alcanzaba mínimos históricos y la fase más aguda de la pandemia parecía llegar a su fin, la robusta vigilancia genómica de Botsuana y Sudáfrica identificó a la variante Ómicron por primera vez.

Desde entonces, la alta transmisibilidad de Ómicron ha provocado cifras récord semana tras semana. Con 21 millones de casos nuevos, la tercera semana de enero de 2022 es el momento con mayor número de contagios globales desde el inicio de la pandemia.

Y aunque el número de personas vacunadas aunado a la aparente gravedad menor de Ómicron han evitado que los nuevos contagios saturen los sistemas de salud como ocurrió en olas anteriores, algunos expertos y  la Organización Mundial de la Salud aseguran que el riesgo de la aparición de una nueva variante cuyas características puedan alterar el curso de la pandemia se mantiene latente.