LAS NUEVAS VOCES DEL FOLCLORE LGBT
Feb 19, 2022 | Nacionales |
Bombachas con plumas, bombos con lentejuelas, barba rociada con glitter: el brillo llegó al folclore para ponerlo de cabeza. Testimonios de quienes entraron a este mundo desde chicxs y hoy trastocaron las reglas de una identidad totalmente ligada a los estereotipos de «macho recio» y «mujer sumisa». Un espacio tradicionalmente hostil con las disidencias se deslumbra con estxs, lxs gauchxs del futuro.
La china y el gaucho. Ella, siempre dócil y sumisa, de trenza y pañuelo, entregada a la espera del juego de seducción. Él, todo macho galante y recio dispuesto a la conquista. Él, héroe de las Pampas. Ella, la damisela en apuros. En el imaginario cultural de la Argentina con mayúsculas, estas dos figuras arquetípicas representan la quintaesencia de lo que es ser un verdadero hombre de pelo en pecho, facón en mano, y una digna mujer grácil y delicada, cuidadora maternal del rancho. Las dos caras de la misma monedita que forjó nuestro ser nacional: patria, familia y tradición. El mundo del folclore se presenta así como un bastión inquebrantable de un acervo cultural conservador en su núcleo duro y su génesis: binario y heterocis sexual. O zarandeo o zapateo. No hay más grises ni terceras opciones.
Sin embargo, no todo es tan estático como parece: a pesar de pretenderse rígido, por sus rendijas se están colando identidades transgresoras que vienen a colapsar de caos queer este universo. Bailarines trans que juegan con expresiones drag y hacen de la peña un ballroom criollo; gauchos montados con arneses sobre tacos aguja y cantantes femeninas con barba llegaron para sacudir con un terremoto inédito el epicentro del corazón de la cultura del folclore: el festival de Cosquín. SOY habló con algunos de sus exponentes para conocer su experiencias de chacarera y disrupción.
Ferni: «El estatuto del Festival de Cosquín se vio incomodado conmigo»
Ferni tiene 32 años y es la música y docente trans no binaria que se llevó puesta como un huracán al Festival de Cosquín. Ella tenía 15 años cuando se enamoró del folclore por primera vez, al descubrir cómo el cancionero popular guarda en sus entrañas los paisajes soñados del norte argentino. Su búsqueda como cantante solista la llevó a volver a la zamba, donde encontró allí “una herramienta vehiculizante para contar las alegrías y dolores” del colectivo.
El año pasado, se impuso como cantora en la sede porteña de la competencia pre Cosquín. Sin embargo, a pesar de haber obtenido el puntaje más alto posible, no le permitieron participar en la categoría “solista vocal femenino”. Tras haber hecho una denuncia en el INADI, logró que este rubro y su contrapartida, el masculino, queden anulados y se aúnen en una sola categoría: “voz solista”. “El estatuto se vio incomodado conmigo, el estatuto de un estatus quo que solamente contempla identidades de hombres y mujeres, y mi presencia fue disruptiva por eso”, reflexiona.
En el Cosquín fue finalista y, en definitiva, protagonista del reclamo a un acceso históricamente negado. “Pude tener la oportunidad de estar parada en el escenario Atahualpa Yupanqui y observar que nuestro promedio de vida era de 30 años y que lo único que nos quedaba por ser disidencias de género era tener un prontuario carcelario. Ver cómo esto cambió eso fue abrazar nuestra historia. Ser folclorista disidente y tener la posibilidad de estar parada con orgullo y poder mostrarme vehementemente y con la fortaleza de decir: ‘soy legítima intérprete cantante de folclore y van a escuchar mi voz y se van a emocionar’. Porque yo no solo me baso en ser una cantante disidente, me baso en todos mis años de estudio y formación y mi amor por esta música. Eso es lo que te va a conmover y a partir de esta zamba vos, público general, vas a dejar de juzgar cómo estoy vestida y maquillada, y empieces a ojalá a entender estos mensajes tan políticos. Como canté en la zamba de Susy Shock, ‘la patria es una niña pobre que también reclama’: la matria es una disidencia de género”, afirma.