La selección disputará el Mundial como vigente campeón sudamericano, ganador de la Finalissima ante el titular europeo (Italia) y propietario del invicto más prolongado entre todos los equipos nacionales del planeta, con 35 partidos sin perder.
En contraposición al criterio histórico de priorizar el prestigio, el seleccionado argentino inició su camino a Qatar 2022 con un director técnico inexperto y transitorio, que cuatro años después goza de un crédito unánime por la construcción de un equipo ganador, capaz de terminar con el estigma de los 28 años sin títulos y las finales perdidas.
Curioso y paradójico es, por dónde se lo aborde, el ciclo de Lionel Scaloni, que alcanzó como ningún otro la plenitud de Lionel Messi y ambiciona con expectativas fundamentadas la conquista del tercer título mundial para el fútbol argentino.
La selección disputará el Mundial como vigente campeón sudamericano, ganador de la Finalissima ante el titular europeo (Italia) y propietario del invicto más prolongado entre todos los equipos nacionales del planeta.
Los 35 partidos sin perder, que constituyen la mejor racha de toda su historia, contienen la coronación de la Copa América en la célebre noche ante Brasil en el Maracaná, donde Messi completó todos los casilleros de su mágica carrera.
Ese baño de gloria ante el mayor rival, en un escenario mítico del fútbol mundial, además de terminar con una larga lista de frustraciones (Copa América 2004, 2007, 2015, 2016 y Mundial 2014), gestó una identificación entre el equipo y los hinchas que no tenía registro desde la salida de Alejandro Sabella tras la final perdida ante Alemania en Río de Janeiro.
La “Scaloneta” encierra en su denominación la mística de un equipo anclado a la unidad de grupo, lo que se tradujo en una virtuosa fórmula de funcionamiento/resultados.
Después de la bochornosa eliminación en Rusia, la AFA desvinculó a Jorge Sampaoli y convocó de urgencia a Scaloni, por entonces DT del seleccionado sub 20, para afrontar una gira amistosa por Estados Unidos.
El santafesino, con pasado mundialista en la “Albiceleste” (Alemania 2006), había integrado el grupo de colaboradores de Sampaoli en la Copa del Mundo 2018 y hacía su primera experiencia como cabeza de un equipo de mayores en compañía de sus ayudantes Pablo Aimar y Walter Samuel.
Sin demasiada certidumbre sobre su futuro, encaró una renovación del plantel para cubrir las plazas vacantes de una generación que ya no tendría revancha (la de Marcos Rojo, Éver Banega, Javier Mascherano y Gonzalo Higuaín, entre otros).
Las buenas sensaciones de su tarea llevaron al presidente de AFA, Claudio Tapia, a confirmarlo en el cargo para la Copa América del año siguiente, en el que se reincorporó Messi después de tomarse descanso durante los seis amistosos posteriores a la derrota con Francia en Kazán, por los octavos de final.
En 2019 se produjo la consolidación del proyecto. El capitán argentino se adaptó a la perfección al nuevo grupo (liderado por Nicolás Otamendi, Leandro Paredes, Rodrigo De Paul, Giovani Lo Celso, Lautaro Martínez) y el equipo tuvo un crecimiento apreciable.
Aquella eliminación ante Brasil (0-2), en una semifinal que Argentina pudo volcar a su favor con un poco de suerte, permanece hoy como la última derrota en la lejana noche del 2 de julio en Belo Horizonte.
Todo lo que sucedió después, pandemia mediante, fue para bien. Hacia fines de 2020, el equipo retomó la competencia oficial en el inicio de la carrera a Qatar 2022 con Messi en una nuevo rol, más integrado al circuito de elaboración.
Al siguiente año, mientras se acumulaban los buenos resultados, Scaloni hizo los últimos retoques con Emiliano “Dibu” Martínez y Cristian “Cuti” Romero y el seleccionado elevó su nivel para afrontar una Copa América repetida en Brasil por las restricciones sanitaria que impidieron su desarrollo en Colombia y la Argentina.
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